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Cuando nace nuestro bebé, está completamente ligado a la madre. Pero el padre también es una figura fundamental para el desarrollo de nuestro hijo. A partir de las 8 semanas de vida, los bebés saben diferenciar entre su padre y madre. Por eso es de vital importancia tanto la figura materna como la paterna. Ambas se complementan y apoyan en el proceso de crecimiento de los niños. Nuestra misión como madres es conseguir que la relación con nuestro bebé no sea exclusiva.
Madres y padres tienen una relación única y distinta con sus hijos, y cada uno contribuye a su manera. Las mamás son indispensables para un hijo pero los papás también tienen un papel decisivo en su crecimiento y desarrollo.
Cuando el bebé cumple los seis meses de vida, empieza a separarse paulatinamente de la madre y a buscar independencia. Es en este momento cuando el vínculo con la madre se reestructura y aparece la figura paterna como una parte fundamental para el desarrollo físico y psíquico del bebé.
Aunque las funciones como padre empiezan ya en el embarazo, cumplidos los seis meses, el padre debe empezar a conocer a su hijo, dedicarle tiempo y así crear un vínculo de confianza. Se debe establecer una comunicación física con el pequeño, hablarle, darle caricias y mimos, establecer rutinas como la hora del baño o la cena juntos etc. El rol paternal influye en los niños desde su nacimiento, ya que los ayudan a tener identidades más definidas, mayores habilidades sociales y estrechar lazos con sus padres. Además, los niños que disfrutan de la relación paterna, tienen un mejor rendimiento escolar, consiguen relacionarse mejor y disfrutan de una saludable autoestima. Los padres son necesarios para la educación, desarrollo y salud emocional del niño.
Afortunadamente, los tiempos han cambiado y ser padre ya no se relaciona con una figura autoritaria y desvinculada de la crianza. El padre y la madre se ayudan recíprocamente en el cuidado y educación de sus hijos.
Niños y niñas deberían tener un modelo masculino en su crecimiento siempre.